Una escritora y tres ilustradoras, militantes del Frente Darío Santillán, concibieron un libro sobre el líder piquetero asesinado por la policía en la estación Avellaneda el 26 de junio de 2002 durante el gobierno de Eduardo Duhalde.
Por Ivana Romero
El abuelo le cuenta una vez más la historia del día que mató al tigre. Ocurrió en Santiago del Estero, cuando se metió en el corazón del monte mientras buscaba algo para comer. “Yo era indio –decía–, como a los 20 años tuve mis primeros zapatos y mis primeras pilchas.” Darío mira a ese hombre al que se quiere parecer cuando crezca: en los ojos y en la piel lleva labrada la historia de los que sufren y han aprendido a resistir. El tercer hijo de los Santillán tiene debilidad por su abuelo Carlos. Y esas vivencias mínimas se van combinando más tarde con la recordación de los desaparecidos durante la Noche de los Lápices cuando está en el secundario, con las lecturas sobre el zapatismo, los Sin Tierra, con la música de Hermética, los Redondos, Quilapayún, Víctor Jara o León Gieco. Esos datos, por sí solos, no son suficientes para explicar por qué un joven decide militar y jugarse la vida en esa militancia. Pero sí ayudan a delinear un perfil que lo rescata del ícono y le restituye humanidad, contradicción, sueños inconclusos. Porque de todo eso estaba hecho Darío Santillán.
Si él era joven, razonaron una escritora y tres ilustradoras, es hora de contar su historia a los que son como él. De ahí surgió el libro que se llama, simplemente, Darío. Editado por El Colectivo, este relato se propone como una biografía en clave poética del piquetero asesinado en la estación Avellaneda el 26 de junio de 2002 por la policía bonaerense durante el gobierno de Eduardo Duhalde, a los 21 años.
Florencia Vespignani es ilustradora, al igual que Alejandra Andreone y Natalia Revale. Las tres mujeres, además, eran compañeras de militancia de Santillán. “En el verano se nos acercó Silvia Paglieta, cuya hija Rocío también milita acá, con un texto que evocaba a Darío. A partir de esa primera versión nos pusimos a trabajar con la idea de editar un libro que rescatase la historia de nuestro compañero pero no en clave periodística o historiográfica”, cuenta Florencia. Y agrega: “Es decir, tenían que estar los datos reales vinculados a su vida pero a la vez, buscamos la manera de rescatar valores como su solidaridad y su alegría. Había que encontrar el modo de expresar eso.”
El modo fue un relato que las autoras no quieren encasillar en el rótulo “para niños o para jóvenes” aunque tenga muchos dibujos y colores y un texto con una historia lineal donde la idea fue combinar datos duros sin resignar belleza. Es, dicen ellas, un libro para lectores de todas las edades interesados en conocer una parte de la historia reciente. Comienza con la infancia de Darío en Don Orione, un barrio popular de Claypole, al sur del Conurbano Bonaerense. Los Santillán se mudaron ahí en 1984 cuando el menor, Leonardo, acababa de nacer. La familia se completaba con Javier, nacido en 1979; Darío, nacido en 1981 y Noelia, nacida poco después.
Cuando era adolescente, Santillán hizo un curso de enfermería como su madre y su padre. Por entonces hacía el secundario en el colegio Piedrabuena, en San Franciso Solano, y armó el centro de estudiantes. El libro va registrando esos momentos y los que vinieron después, como cuando armó el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) en su barrio. “Y ahí va Darío, con los pies dentro del agua. Sale de la escuela y se va al barrio. De Solano a La Fe. Aún no han llegado las chapas. Las bolsas hacen de techo para unos pocos. Tos. Mate cocido y olla con más agua que polenta. Y panzas con más ruido que los mismos relámpagos. Pero vos pibe, cómo te complicás la vida. A ver, Santillán, ¿es necesario vivir así?”, escribe Silvia en un tramo.
“Para escribir la historia, fue necesario entrevistar a familiares y amigos, además de los datos que pudiéramos aportar sus compañeros de militancia”, continúa Florencia. Y dice que también era importante mostrar el trabajo territorial que hacía Darío en un momento complicado para el país, como los años previos al estallido de 2001, cuando la pobreza había superado el 50% y la desocupación alcanzaba el 21,5 por ciento. Así que el libro también registra, por ejemplo, los talleres de educación popular y las asambleas de base donde Darío sobresalía por su carisma. Además del relato central, en la parte final del texto se pueden encontrar unas cuantas notas que en un lenguaje fácil de entender aluden al contexto social de la época o a datos que explican en qué consistió la dictadura militar o quién fue Ernesto “Che” Guevara”, a quien Darío admiraba.
Florencia –autora del stencil donde se ve la mano de Darío en primer plano socorriendo a otro militante, Maximiliano Kosteki, el día en que los dos fueron asesinados– cuenta que para las ilustraciones lograron recuperar unas cuantas fotos del archivo privado de la familia Santillán. Allí está el muchacho el día de la comunión de su hermano mayor, o en el viaje de egresados donde se fue a Mar del Plata, o en fotos con sus amigos tocando la guitarra. “Hicimos este libro para mostrar a Darío como quien fue, alguien de carne y hueso. Y también como manera de rescatar una historia de respeto, solidaridad y compromiso. Es un libro pensado para nuestros hijos y para los que vengan detrás.” «
El perfil de las autoras de darío
Silvia Paglieta es licenciada y profesora de Letras, egresada de la UBA. Se dedica hace más de 20 años a los talleres de lectura para niños, en especial en contextos complejos. “Por las niñas y los niños vale la pena sostener tres palabras: memoria, verdad y dignidad”, dice.
Florencia Vespignani, Alejandra Andreone y Natalia Revale son artistas populares. Militan en el Frente Darío Santillán. Estudiaron en la Escuela Nacional de Bellas Artes, IUNA. Cada 25 y 26 de junio participan en jornadas en memoria de Darío y Maximiliano y en reclamo de castigo a los responsables de la Masacre de Avellaneda.
Fuente: Tiempo Argentino
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