Pasé por varios momentos degradantes. El alcohol y el paco me dominaban hasta que decidí pedir ayuda. Ahora estoy en la tercera etapa del proceso de recuperación y por suerte sigo vivo”, dice sonriente Adrián. Sin embargo, su caso es una excepción. Miles de jóvenes que intentan recuperarse de su adicción al paco buscan un lugar que los salve, a tientas, tropezando, y por supuesto, recayendo. Adrián tuvo suerte, y pudo ingresar al Hogar de Cristo Centro Hurtado de Barracas hace seis meses, cuando comenzó su tratamiento.
Allí, desbordados por la cantidad de chicos que consumen paco, el equipo de curas villeros encabezados por el sacerdote José María Pepe Di Paola envió una carta a la Asesoría Tutelar Nº
1. “Muchos chicos que están en el fondo del pozo, quieren internarse, pero no son incluidos en los programas vigentes", señala uno de sus párrafos.
Pioneros. Uno de los primeros lugares creados por el Estado porteño fue Casa Puerto, durante la administración de Jorge Telerman. Ubicado en el Bajo Flores, se trata de un lugar de internación voluntaria, que si bien tiene capacidad para asistir a 27 personas “jamás llegó a contar con más de 15 pibes por la inadecuada estructura edilicia”, aseveró a Miradas al Sur, el Asesor Tutelar, Gustavo Moreno. “Entre las deficiencias detectadas allí se destaca el servicio de gas cortado e insuficiencias en las condiciones de seguridad. Además, los matafuegos tienen sus cargas vencidas”, agregó Moreno. Este diario se comunicó con el Centro pero se negaron a responder preguntas.
Lily Galeano, de “Madres contra el paco” e integrante de la red de inclusión social en La Matanza señaló que “las mamás nos encontramos con que no hay lugares dónde hacer un tratamiento ni pedir ayuda y son muy pocas las organizaciones que brindan asistencia”. Bajo el gobierno de Telerman, se aprobó la internación coactiva, o sea, por decisión judicial y no por la propia voluntad del consumidor. Pero los centros de atención a las adicciones de la ciudad, como Casa Puerto o Casa Foro, sólo admiten personas que concurran por su propia voluntad y mayores de 18 años. “Vemos en los barrios un crecimiento de las adicciones. El paco es como un tsunami que ha dejado a muchos chicos en situación de calle y no existen políticas de Estado para contenerlos o asistirlos. Sólo organizaciones sociales como la nuestra que tratan de dar alguna respuesta”, afirma Di Paola.
Confesión de parte. De acuerdo con una reciente decisión judicial, el actual gobierno porteño fue obligado a concretar un plan de asistencia y a edificar lugares destinados a chicos consumidores de paco. La resolución ratifica el fallo de la jueza en primera instancia, Andrea Danas, quien dio un plazo en septiembre pasado de 90 días, para que el macrismo inicie una política de contención a los adictos al paco.
Verónica Mora, coordinadora del Programa Adicciones del Ministerio de Salud porteño, declaró durante el proceso judicial que “no existe desde el gobierno porteño discriminación alguna contra los adictos al paco. Ocurre que las internaciones no son fáciles de conseguir porque sólo existen tratamientos ambulatorios y una internación puede demorar semanas, hasta que se habilite una cama”.
Según Mora, en el caso de chicos con menos de 18 años, no hay centros con profesionales capacitados en niñez porque esa especialidad, en la Universidad de Buenos Aires, no existe. El gobierno porteño apeló por segunda vez la sentencia. Pero no sólo se trata de la inexistencia de lugares aptos para chicos adictos al paco. Los pocos que hay, padecen serios problemas edilicios. Por ejemplo: en el Centro de Día “Base del Encuentro”, del barrio de Flores, que atiende a chicos mayores de 12 años, no tienen gas natural, agua corriente ni insumos básicos. Y, por otro lado, sobra humedad en las paredes y filtraciones provocadas por el olvido de un Estado ausente, tanto cuando comenzaron a consumir, como cuando quieren recuperarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario