La tensión entre los modos de trabajo que propone la escuela y la vida cotidiana de los jóvenes mediada por las tecnologías de la información, el lugar de los docentes en estas prácticas de conocimiento, y la demanda de nuevos perfiles profesionales. Todos interrogantes –y sólo algunos– que se debatieron en el VI Foro Internacional de Educación organizado por Fundación Santillana e inaugurado por el ministro de Educación, Alberto Sileoni.
Con especialistas argentinos y del exterior tales como Henry Jenkins, director del Programa de Estudios Comparativos sobre medios del MIT, y Léa da Cruz Fagundes especialista de la OEI en Tecnología de la Educación, la discusión giró sobre el documento base “Educación y nuevas tecnologías: los desafíos pedagógicos ante el mundo digital”, elaborado por Inés Dussel y Luis Alberto Quevedo. Sólo para empezar, sus autores plantearon: “El cambio tecnológico pone en cuestión los principios básicos de la escuela, su formas ya probadas de enseñanza-aprendizaje, su estructura organizacional, edilicia, y las capacidades de quienes están al frente de los procesos educativo. En este momento histórico, la escuela se ve interrogada por nuevas prácticas vinculadas a las TIC, y a veces está desorientada y no sabe cómo reaccionar”.
El gran desafío, afirmaron, está en comprender por qué y cómo es necesario trabajar con ellas, reconocer los problemas que trae su incorporación, identificar los procesos de aprendizaje que promueve o debería promover la escuela y que no son resueltos automáticamente por las tecnologías, y discutir el lugar del docente en estas prácticas del conocimiento.
En un dúo de voces expertas, Dussel y Quevedo, abordaron, uno a uno, algunos de los interrogantes que enfrenta la escuela y la sociedad toda frente a la revolución que vienen produciendo en la economía, la política, la sociedad y la cultura la presencia y el impacto de las TIC. Y, aunque existe una “conciencia planetaria” sobre la importancia de esta revolución, también es necesario –sugirieron– considerar que los cambios tecnológicos pasan por un período de inestabilidad, una “ventana de flexibilidad interpretativa”. “Ese tiempo estamos viviendo, el que no está claro cómo se organizará, cuánto durará”, aseguró Dussel.
Frente a la indudable tensión entre los modos de trabajar de la escuela y los que proponen las TIC, entre la secuencia del conocimiento del ámbito escolar y los espacios de saber de los nuevos medios, Dussel hizo una salvedad –“la escuela siempre tuvo una actitud distante frente al afuera: no es bueno ni malo–”, y propuso algunos desafíos. Entre otros, no renunciar al papel de la escuela como introductora a esos otros mundos posibles, “seriamente, con protagonismo”, y rescatar el acto docente de la “designación” de un horizonte simbólico de aspiraciones. “Este es el lugar del docente, del adulto. La mediación del mundo adulto es fundamental, y más aún en esta cultura dominada por la proliferación de signos. La escuela tiene la posibilidad de producir aprendizajes, usar herramientas de pensamiento, ejercitar la creatividad y recurrir a almacenes de saberes y datos que serían impensables sin la tecnología digital”, agregó.
Muchas voces se escucharon en el Foro para calmar algunos temores sobre la presunción del fin de la docencia y de un mundo sin escuelas. “La escuela sigue siendo la única institución pública que se plantea un trabajo de uno en uno en escala masiva, una formación que socializa en códigos y en lenguajes ajenos de una manera sistemática y paciente, por un tiempo prolongado, sin esperar logros automáticos sino confiando en una acción sostenida e insistente”, dijeron Dussel y Quevedo. Y el pedagogo Juan Carlos Tedesco citado en el Foro por el ministro de Educación de Paraguay, Luis Alberto Riart Montaner: “A pesar de sus limitaciones, muéstrenme la institución que pueda reemplazar a la escuela”.
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