jueves, 10 de junio de 2010

EL MENSAJE DEL ARZOBISPO DE LOS POBRES



Hace dos meses, por primera vez desde la apertura de la causa de beatificación del arzobispo Oscar Arnulfo Romero, todos los obispos de El Salvador remitieron una carta a Benedicto XVI para pedirle que el proceso fuera adelante y tuviera feliz término.


Nombrado arzobispo en 1977, en contra del parecer del clero de su país, porque consideraba que no representaba el pensamiento de la Iglesia latinoamericana que reflejaban los documentos de Medellín, apenas diez minutos después de asumir como arzobispo, Romero le encomendó al padre Jesús Delgado que lo ayudara a conquistar a los sacerdotes y recomponer esa relación quebrada. No hizo falta hacer demasiado. Tres semanas después, el asesinato del padre Rutilio Grande, un sacerdote comprometido con el campesinado, lo decidió a abrazar para siempre la proclamada "opción preferencial por los pobres". Así lo reflejó en gestos, documentos y actitudes.


"Romero siempre tuvo amor a los pobres. Lo que cambió fue su actitud", resumió monseñor Delgado, que acaba de visitar Buenos Aires, invitado por la Comunidad de San Egidio, para presentar el libro Primero Dios , del historiador Roberto Morozzo Della Rocca.


El arzobispo salvadoreño sentía admiración por el cardenal argentino Eduardo Pironio, a quien sentía como "su papa personal", confió Delgado, que visitó el archivo particular de Pironio, que se conserva en el monasterio benedictino de Santa Escolástica. Su decisión de apoyar los reclamos del clero frente al gobierno lo enfrentó a sectores católicos y la clase pudiente, que sostenían: "Estos curas se han metido donde debían y tienen que pagar".


Las quejas llegaron al Vaticano, que envió dos misiones apostólicas a El Salvador, una de ellas encabezada por el cardenal argentino Antonio Quarracino, quien declaró que jamás había encontrado "un obispo tan santo", dijo Delgado. Señalado como procomunista, en tiempos de la Guerra Fría, tuvo dificultades con Juan Pablo II, quien había sufrido la persecución comunista en su Polonia natal y le advirtió que tuviera cuidado. Acorralado por las amenazas, Delgado le sugirió que empezara a delegar tareas de su agenda para descansar, y él se negó.


El arzobispo manejaba su auto, porque no quería poner en riesgo al chofer, y el propio secretario se ofreció a sustituirlo en la misa en la que recibió el balazo que lo convirtió en mártir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario