miércoles, 3 de abril de 2013

IDEAS QUE BRILLAN

La Colmenita: proyecto inclusivo en el país. Montan obras de teatro con chicos de entre 3 y 16 años, que comparten roles y actuaciones. Las presentan en zonas donde hay grupos vulnerables sin acceso a esta forma de entretenimiento. La historia. La metodología. Las anécdotas.
 
Por Deborah Maniowicz
 
Al igual que en las colonias de abejas, donde cada insecto colabora para producir la miel que luego se va a disfrutar en cientos de hogares, los nenes de entre 3 y 16 años que integran La Colmenita Cubana trabajan en equipo para montar obras de teatro y llevar alegría a grupos vulnerables sin acceso a este tipo de esparcimientos. La metodología de trabajo que siguen los chicos no es la de una clase de teatro convencional sino que desde el primer día empiezan montando una obra. Sin embargo, en este grupo de teatro infantil no hay una abeja reina que resalte en las obras y opaque al resto. Los chicos son pares y los papeles principales son compartidos por varios de ellos. Carlos Alberto “Tin” Cremata, creador del proyecto y actual director, bien podría ser el apicultor, que se encarga de coordinar los talleres y dar forma a los espectáculos, la miel cuyo sabor seduce a cientos de chicos en toda Cuba. De visita en Buenos Aires, donde la compañía aterrizó en octubre de 2011 para dar origen a una colmena local, el grupo presentará dos obras: La Cenicienta según los Beatles y Y sin embargo, se mueve (ver recuadro). La última reúne textos del dramaturgo ruso Alexander Jmelik y canciones del músico cubano Silvio Rodríguez, que en más de una oportunidad señaló que ver el ensamble teatral “es hacerse varios regalos a la vez”.

El proyecto, uno de los más inclusivos de la cultura cubana, nació en el invierno de 1989, cuando Cremata –que por entonces trabajaba junto a su madre, Iraida Malberti, en el mítico programa de televisión Cuando yo sea grande–, harto del cubículo de edición y aburrido de redactar guiones, decidió convocar a los chicos que habían pasado por el programa y montar un espectáculo basado en un texto de José Martí, en el teatro Karl Marx de La Habana. Fue tal el éxito de la obra, que Cremata replicó el esquema con otros chicos, dándole forma a La Colmenita.

Según cuenta el director, el reconocimiento llegó en 1998, “cuando el Estado nos nombró Proyecto Oficial del Ministerio de Cultura, equiparándonos a proyectos como el Ballet Nacional. Y en 2007 llegó el prestigio internacional, cuando Unicef nos proclamó Embajadores de Buena Voluntad”.

Es tal el éxito del proyecto, que en poco tiempo logró instalarse fuera de la isla y hoy tiene sedes en Cantabria y Sevilla (España), Panamá, República Dominicana, Bogotá (Colombia), Chiapas (México) y Buenos Aires.

El principal objetivo de La Colmenita es social, no artístico. El teatro sólo es la excusa. Lo primero que hacen los chicos cuando llegan es una ronda, un “círculo de energía”, donde se comprometen a hacer buenas acciones. “La idea no es que el azar nos ponga un anciano para ayudarlo a cruzar la calle, es salir a buscar la buena acción. Luego, nos lo contamos como secreto de pandilla”. Los espectáculos son de la narrativa popular y universal y las funciones se montan en escuelas, hospitales, barrios marginales, fábricas, cárceles y teatros.

Generalmente, la primera obra que se estrena es La Cucarachita Martina, un cuento anónimo iberoamericano que tiene diálogos cortos y canciones muy alegres y movedizas. Si bien el repertorio es extenso, muchos de los temas surgen del interés de los chicos. Cremata cuenta que el apoyo oficial no implica restricciones: “El gobierno nos permite hacer lo que queremos. Y sin embargo, se mueve, por ejemplo, es una obra bastante crítica en cuanto a la educación y el respeto que se tienen por los sueños de los chicos”. Una de las obras que nació de los pequeños actores es Abracadabra, un espectáculo que trata un tema tan controversial como es el de “los cinco”: los cubanos que están prisioneros en Estados Unidos por espiar en territorio norteamericano posibles acciones terroristas en la isla.

Ana Laura es cubana, se integró a La Colmenita cuando tenía 3 años y hoy, con 16, está a punto de despedirse: “Siento que me va a costar vivir sin esta miel. Acá aprendí a manejarme en grupo, a hacer cosas para los demás y a disfrutar de las risas y los aplausos del público”. En cambio, Kevin, de 7 años, todavía tiene un largo camino por recorrer: “Empecé a los 4 años y ya hice funciones en Estados Unidos, Canadá y Venezuela. Lo que más me gusta es actuar en otros países, interactuar con otras familias”. Justamente, la prioridad de La Colmenita Cubana en cada viaje es conectar a los dos elencos, el cubano y el local, para que los chicos se integren y se nutran de las diversas culturas. Catarina, de 6 años, integra la compañía porteña y se sumó a los ensayos de la obra La Cenicienta según Los Beatles, que la compañía cubana montó para chicos de diversas villas de emergencia de la ciudad de Buenos Aires. “Aprendí canciones y pasos de baile que yo no conocía. Todavía no me hice amigos, pero una nena me regaló dos monedas del Che Guevara que guardé con mucha alegría. Lo que más me entusiasma es que el año que viene vamos a ir a hacer un show a Cuba”.

En cuanto a las aptitudes de los chicos, no existe ningún criterio de selección. Según se describe en el sitio web de la compañía, “La Colmenita no forma actores profesionales, forma personas sensibles, integras, respetuosas y solidarias, que aman el teatro y el arte en general. A los 16 años, dejarán nuestra escuela y seguirán su propio camino: algunos serán médicos, otros abogados, otros actores y otros futbolistas… La Colmenita será para ellos sólo un lindo recuerdo”. Cremata resume: “No formamos hacedores de arte sino mejores apreciadores del arte”.

Malú Tarrau Broche se sumó al proyecto cuando tenía tres años y, según cuenta Cremata, “era una de las nenas más tímidas”. Hoy, con 19 años, es actriz profesional y una de las instructoras encargadas del armado de La Colmenita Argentina. “Llegamos en octubre y en dos meses logramos terminar una obra e hicimos funciones en varios comedores comunitarios y villas de emergencia”. Sobre las diferencias que existen entre las experiencias argentina y cubana, Malú destaca: “Los niños cubanos sólo tienen La Colmenita como modo de distracción. Acá la mayoría tiene Internet, PlayStation y hay hasta parques de diversiones. Lo más difícil fue llamar la atención de los niños para que permanezcan en este lugar tan sano, donde jugamos con nosotros mismos”.

En la Argentina, La Colmenita reúne en el barrio del Abasto un promedio de 60 chicos tres veces por semana. Si bien todos están en carácter de “becados”, involucrarse requiere compromiso y dedicación. Sobre el perfil de los chicos, Cremata explica que “jamás hacemos pruebas de aptitud. Este no es el lugar para niños talento, porque crean disparidad y jerarquía. Generalmente, la cantidad de chicos que quieren entrar supera las capacidades de las colmenitas. Por eso, la prioridad está puesta en los más tímidos e introvertidos”.

René Baños Pascual, del grupo cubano Vocal Sampling, es el encargado de darles música a las obras: “Los chicos tocan música en vivo. En los talleres aprenden a tocar los instrumentos pero no reciben directivas como en una clase convencional sino que juegan a ser guitarristas, bajistas, pianistas. La idea no es formar músicos profesionales”.

Serán amateurs, aficionados o como se los quiera denominar, pero sin duda disfrutan lo que hacen. Las vacaciones de invierno son una excelente oportunidad para llevar a los más chicos al Primer Festival Infantil de Teatro Musical, organizado por La Colmenita Argentina, y saborear una pizca de esta miel tan gustosa que elaboran los colmeneros.
 
Fuente: Revista Veintitres.

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