domingo, 6 de junio de 2010

LOS KIMONOS


Símbolo de Japón, hoy sólo se usan para ocasiones especiales. Confeccionados a mano, no hay dos que sean iguales.



El Viajero entiende que un visitante primerizo al llegar a Tokio sueña con ver una geisha y su correspondiente kimono. Sabe que esto no es tan fácil, puesto que las geishas, antiguas esclavas del placer, han superado más de 400 años de historia para convertirse casi en un mito. Si El Viajero visita Japón en el Festival de los Cerezos en Flor, en Gion, verá un desfile asombroso de geishas. Otro tanto le pasará con los kimonos, también convertidos en rarezas. Hoy, la mayoría de los japoneses usa ropa occidental; suelen vestir kimonos sólo en ocasiones especiales como bodas, festivales tradicionales y la fiesta de fin de año.


El Viajero sabe que los aficionados a los kimonos, aún los japoneses, deben tomar cursos para aprender a colocarse esa prenda correctamente. Allí El Viajero descubre que hay que poner atención en muchos detalles: cada ocasión requiere un color; además, son importantes la combinación entre la ropa interior y los accesorios. Entre estos, los geta: chinelas de madera, que pueden ser reemplazadas por los zori, sandalias bajas hechas de algodón y cuero. Completan el atuendo los tabi, unos calcetines tradicionales.


El kimono es una larga túnica adaptada al cuerpo. El lado izquierdo se pliega sobre el derecho, a excepción de la vestimenta de luto, donde el lado derecho se pliega sobre su contrario. Todo kimono se completa con una faja ancha llamada obi, atada con un nudo sencillo a la altura de la cintura. El Viajero entiende que hasta hace 60 años era la única vestimenta de Japón. Esta costumbre se remonta al siglo V, por lo cual no deja de llamar la atención que medio siglo de occidentalización haya arrastrado con una costumbre de más de 1.500 años.


El Viajero sabe que esta prenda fue importada de China; con los años, sufrió muchos cambios. Al principio estaban confeccionados en cáñamo o lienzo, pero luego se transformó en una señal de distinción; por eso proliferaron los kimonos de seda, con diseños cada vez más delicados.


El Viajero entiende que el precio exorbitante que tienen estas prendas se debe a que son productos confeccionados en forma artesanal. Cada kimono requiere meses de manufactura, pues las pinturas son realizadas a mano. Por lo que, se concluye, ningún kimono es igual a otro.


Cuando se visita Japón es posible comprar algún kimono a precio accesible. Se trata, sin embargo, de un modelo llamado yukata, una prenda informal de algodón. Los diferentes modelos tienen distintos usos sociales. Entre los femeninos, el furisode, una prenda que usan las mujeres solteras: tiene colores vivos, manga larga y cuerpo entero. El homongi se destaca por los ricos bordados. El iromugi sólo lo usan las jóvenes. Las mujeres casadas en ocasiones formales usan un kimono llamado tomesode, de color negro.


Los hombres usan kimonos de dos piezas, como el hakama, que incluye un pantalón holgado; el paño tiene siete pliegues que representan cada una de las virtudes. El atuendo se completa con un haori, un saco amplio con cordón. Los colores más frecuentes son negro, azul y verde.


El Viajero sabe que cada ocasión y condición civil obliga a la utilización de diferentes prendas. Pero entre todas las costumbres y variedades de modelo, le llama la atención una muy simpática. Las jóvenes solteras suelen llevar kimonos coloridos y con mangas muy largas, que se perciben rápidamente. Si la señorita quiere llamar la atención de algún caballero, agita suavemente la manga que, por su extensión, imita el aleteo de una grulla. Cuando la joven se compromete, debe cortar esa larga manga, para –supone el Viajero– evitar la tentación de nuevos aleteos.

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