Por Fernando Soriano
No existe un futuro abierto ni un futuro asegurado. No se espera el futuro. [ ...] Los niños son el futuro. El futuro es la incesante lucha por conseguir tener suficiente para comer y la ocasional oportunidad de aprender mediante la educación lo que los padres nunca aprendieron. John Berger.
--------------------------------------------- Es un agujero. Un hueco sin fondo gobernado por la dictadura de la desesperanza. La villa 21 es la hija parida y abandonada por el menemato, otra víctima del cinismo del sistema y la amnesia del Estado. Es paco, superpoblación y marginalidad por encima de todo lo demás (que existe). En la villa 21 la palabra “dignidad” es una lucha cotidiana. Y las oportunidades, un milagro.
Milagro: en algo de eso se convirtió, en efecto, la escuela secundaria de uno de los barrios más pobres de Buenos Aires.
Lleva en el cartel el N° 6 pero en la villa no hace falta porque es la única.
Es mentira que a los pibes de la villa nada les importa. Esta escuela ha llegado para demostrarlo.
Y si no, que lo hagan los números: a un año de su inauguración casi que triplicó su cantidad de alumnos.
La matrícula subió de 121 en el debut de 2009 a 310 este año. Y no da abasto: según las autoridades, hay una lista de espera de 20 chicos y chicas con ganas de subirse a la oportunidad de aprende r.
La escuela N° 6 funciona en el Polo Educativo de Barracas, un complejo enclavado en el medio del territorio de la 21 donde ya existían una primaria y un jardín de infantes y hay lugar para más, un enorme galpón donde muchos anhelan construir canchas de fútbol, básquet y voley. Y donde el Gobierno nacional levantará la Casa de la Cultura del Bicentenario, lo que se supone será otra inyección al ánimo de los vecinos.
Hasta que la secundaria apareció, los chicos podían intentar anotarse en escuelas a no menos de 20 cuadras del barrio, aunque el éxito de entrar era improbable porque la discriminación existe.
En su primer año, la escuela empezó con dos cursos de 1° año por turno. Para este 2010 arrancaron con tres a la mañana y tres a la tarde. Y pasaron a tener 30 pibes por aula en lugar de los 24 iniciales. En 2009, el Gobierno de la Ciudad, de quien depende, les había hecho llegar 24 sillas. Por eso quedaron 70 chicos en lista de espera.
“Ahora tenemos más espacio y más sillas” , sonríe el director –y alma del lugar–, Oscar Cardosi, quien también reconoce que la Asignación Universal por Hijo impulsó la inscripción: “Se nota, aumentó, ahora las madres se preocupan por tener la documentación. Es muy importante”.
La fuerza de la escuela está en su enfoque educativo, en la destreza de su director, maestros y asesores pedagógicos.
Es mucho más que una escuela convencional.
Aquí tratan de estar cerca de los chicos todo el tiempo, por eso ocupan el tiempo ocioso con talleres fuera de horario: música, radio, cine, artes plásticas y clases de apoyo.
La gran mayoría de los alumnos tiene problemas de adicción a las drogas o está procesado en alguna causa judicial y, en el caso de las chicas, son madres o embarazadas.
“Esos temas, que no son culpa ni de Macri ni de Kirchner, son un problema de arrastre en décadas que hacen que su trayecto escolar esté muy fragmentado”, explica Cardosi. Por eso, trabajan con proyectos especiales, articulados con el gobierno porteño. A los chicos que sufren el síndrome de abstinencia y se les hace insoportable estar en un aula les mandan maestros a la casa o los convocan fuera de horario.
Los adictos están obligados a hacer un taller al mediodía para ir a la clase común.
En casos graves, los derivan a centros de atención de adictos.
Para los chicos con causas judiciales (la mayoría tiene problemas de violencia familiar) Cardosi pretende conseguir que el seguimiento de libertad asistida pueda hacerse en la escuela. “Que el asistente social, que no entra a la villa, venga a verlo a la escuela. Pero es muy difícil trabajar con la Justicia”, se lamenta. Por obvias razones aquí no sirven las amonestaciones ni el castigo: “La resolución del problema se busca dialogando entre todos”, resume el director.
Las alumnas madres o embarazadas tienen dos docentes que dictan talleres de prevención sexual, de cuidado del bebé y, además, les garantizan una vacante para su hijo en el jardín del Polo Educativo.
“Acá sobrevive el mito de que no quedás embarazada la primera vez” , dice un docente.
La infraestructura de la escuela es otra lucha diaria: hay problemas de desagüe y de cloacas, faltan aulas, computadoras y los maestros improvisan la separación de los espacios con armarios, alambrados y caballetes donados por instituciones que trabajan en la villa, como la del padre Pepe, el símbolo de los curas villeros.
El plan es noble. La respuesta de los chicos, una esperanza. Cardosi sintetiza y emociona: “Lo que queremos es no cortarles el proyecto de vida”.
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