Secretario del PCR desde 1968, Otto Vargas es el líder del maoísmo local y defiende su apoyo al gobierno de Isabelita y López Rega, reivindica el cacerolazo procampo y exalta las conquistas en la lucha obrera de Kraft. La insólita propuesta de hacer la revolución con la venia de la Sociedad Rural.
Por Diego Rojas
Nada parece extraño, fuera de lo normal, peligroso. Nada indica (ni un cartel, ni una bandera, ni una plaquita) que el edificio de dos plantas de la calle Pichincha alberga al local central del Partido Comunista Revolucionario. Nada señala que esas paredes anidan a un grupo de conspiradores profesionales, tal como les gusta denominarse. De revolucionarios. De militantes socialistas que protagonizaron dos de los hechos políticos que conmocionaron al país en el último período. Primero impulsaron los cortes de ruta y manifestaciones durante el enfrentamiento entre el Gobierno y el campo a causa de las retenciones a la soja: participaron de los actos convocados por Luciano Miguens, Hugo Biolcati y otros referentes de la Sociedad Rural, junto a la Mesa de Enlace; estuvieron en el acto del Monumento a los Españoles junto a gente que esgrimía imágenes de la Virgen; cerraron filas junto a los caceroleros que pedían la renuncia de “Cristina montonera”. Después, hace días apenas, lideraron la lucha de los obreros de Kraft, una multinacional estadounidense que decidió desconocer los derechos adquiridos por los trabajadores argentinos. Ramón Bogado, secretario de la comisión interna de la fábrica, es parte de la dirección del PCR. ¿Contradictorio?
Nacida en 1968, la organización se originó en la escisión más grande que sufrió el Partido Comunista argentino, que se transformó en un signo del agitado espíritu de aquellos años. La primera acción del grupo fue cortar las calles un día después de la muerte de Ernesto Guevara. La fracción, a la que se sumaron alrededor de cuatro mil jóvenes militantes comunistas, pronto adhirió al maoísmo. Su primer secretario general fue Otto Vargas, que aún hoy ostenta el mismo cargo en la jerarquía partidaria.
Vargas tiene ochenta años, aunque aparenta varios menos. Tiene un tono amable, campechano. Parece un abuelo bondadoso. Pero es el hombre detrás del conflicto del campo y de la huelga en Kraft. “¿Viste? Es así, muy contradictoria la Argentina –dice al explicar su cercanía a la Sociedad Rural durante el conflicto por las retenciones–. El que trazó la línea divisoria fue el Gobierno, no fuimos nosotros. Por eso los chacareros dicen que cortaron grueso.”
–A la cabeza de las manifestaciones estaban los representantes del gran capital agrario.
–Por eso, cortaron grueso. El Gobierno necesitaba más dinero, Kirchner habló con Alberto Fernández y preguntó: “¿De dónde podemos sacar dinero?”. Y decidieron aumentar las retenciones que pasaron del 35 al 44 por ciento. Todos pagaban, incluso la gran masa del campesinado pobre y medio, que emergió a la lucha porque también los afectaban y sólo tenían 40 hectáreas de soja. Ellos fueron los que hicieron el corte de ruta en la entrada a Rosario. En un momento, los obreros rurales y los campesinos pobres predominaron en los piquetes de la zona más importante del campo: en el norte de la provincia de Buenos Aires, el sur de Santa Fe, gran parte de Córdoba y Entre Ríos. En la historia argentina nunca hubo una lucha agraria como esta. El día que detuvieron a (Alfredo) De Angeli el cacerolazo conmovió a la Argentina. Yo soy de un pueblo pequeñísimo de la Patagonia donde todavía se dice que salieron doscientos coches a la calle, pero otros lo niegan, porque dicen que no hay esa cantidad en todo el pueblo.
–También salía la señora de Barrio Norte con consignas casi fascistas.
–Fascistas, directamente. Hubo lugares donde dirigieron los terratenientes. Pero hubo lugares que dirigimos nosotros. En la lucha de clases muchas veces sucede eso. Podés agarrar y hacer como San Antonio en el prostíbulo: “A mí no me toquen”. Como hizo el Partido Obrero, que decidió no apoyar al campo porque había terratenientes, aunque al final los terminó atacando más que a los Kirchner. Pero hay momentos, como pasó en la lucha antifascista, en que la situación se plantea de esa manera: los comunistas soviéticos tuvieron que marchar junto a Churchill, Roosevelt y todos esos. La lucha de clases crea esas contradicciones. Nosotros apoyábamos al campesino pobre y medio y al obrero rural. Tomamos posición junto a esa enorme masa, los llamamos a la rebelión agraria y, como resultado, crecimos en la Federación Agraria.
–¿Siguen influyendo a De Angeli?
–Tuvo relación con nosotros pero nunca tuvo una influencia ideológica o política nuestra, es un hombre muy ligado al duhaldismo.
Contradicciones. La vida está atravesada por ellas y esta ley no debería excluir a las organizaciones políticas. Pero, ¿existe un límite? El mismo partido que creció denunciando el conservadurismo del PC y cuyos dirigentes viajaron a la China para formarse, aquel que con René Salamanca a la cabeza ganó para el clasismo a la poderosa SMATA cordobesa y se convirtió en referente de la izquierda; que apoyó luego al gobierno de Isabel Perón, a pesar del rechazo del campo popular a un proyecto de país digitado por José López Rega. “Fue una de las páginas gloriosas del partido. Tuvimos muchos mártires en la lucha antigolpista. Los yanquis habían perdido la guerra de Vietnam, los soviéticos habían hecho pie en Angola, en Etiopía, en Nicaragua, estaban por ganar en El Salvador. Estaba en disputa el cono sur. Entonces se abrió una lucha por el poder en la Argentina, que tenía como referencia el dominio de paso entre los dos océanos que todavía hoy sigue siendo fundamental. Yanquis y rusos entraron en el golpe, pero con una característica: los rusos eran más fuertes en ese momento en el Ejército. Si alguien dice que fuimos lopezreguistas, le respondo que seguramente esa persona fue videlista. Que no se hagan los boludos porque tenemos los periódicos de toda la izquierda y todos empujaron el golpe. Todo el sector prosoviético fue el primero en empujar al golpe institucional. Nosotros luchamos contra el golpe, llamamos a armar milicias populares. No defendíamos al gobierno de Isabel, pero si nos apuran frente al golpe de Estado, lo defendíamos”, apunta Vargas, tranquilo, mientras toma café en la oficina que preside un retrato de Mao Tse Tung y donde se escucha el ruido de niños jugar en un patio vecino.
La mayor parte de la comisión interna de Kraft integra las filas del PCR. Vargas recuerda una lucha obrera que también dirigieron durante el gobierno de Alfonsín: “Fue la ocupación de la Ford, muy importante: con la fábrica tomada, sin personal jerárquico ni ingenieros, los obreros pusieron en marcha la producción y fabricaron varios autos. Sabíamos que ese conflicto ocurría en un ‘terreno de muerte’, una lucha a triunfar o perder”. El final de aquella ocupación fue determinado por la llegada del Ejército que, por orden presidencial, desalojó a los obreros de la fábrica. El día de la represión había tanques en la puerta y helicópteros militares que brindaron apoyo logístico.
–¿Kraft también se jugó en “terreno de muerte”?
–Inicialmente sí. Cristina Fernández estaba en los Estados Unidos y coincidía en reuniones con William Buffet, el dueño de Kraft que se jugaba a paliar los efectos de la crisis mundial liquidando el turno noche para pasar al sistema americano de jornadas de 12 horas. Al principio, Rodolfo Daer (N. del R.: secretario general del gremio de la Alimentación) apoyaba a los obreros, pero después se cruzó al campo de la empresa, para que la comisión interna quedara afuera. Parecía un conflicto en “terreno de muerte”. Muy difícil. Sin embargo, con esta lucha, los obreros consiguieron éxitos importantes, porque la patronal tuvo que renunciar a liquidar el turno noche y a despedir a 700 personas. La empresa quería barrer el activismo para concretar una restructuración. Daer, que no dirige Kraft, la mayor fábrica del gremio, apoyó esta perspectiva para sacarse de encima a una comisión interna combativa. Pero el conflicto conmocionó a la sociedad. Más de cien comisiones internas se acercaron a la fábrica para solidarizarse y aportar lo recaudado en colectas de trabajadores para el fondo de huelga. Hubo paros de una hora en el frigorífico La Rioplatense y en una petrolera del Sur en apoyo a los trabajadores de Kraft. La lucha entró en otra etapa y no se pueden negar los avances conseguidos. Y, sobre todo, la demostración de la tendencia de la clase obrera hacia el clasismo.
La influencia del PCR entre los trabajadores lo convierte en uno de los partidos más importantes de la izquierda. Pero, a la vez, es una de las organizaciones menos públicas, menos visibles. No tienen locales partidarios y desde aquel apoyo a Menem no se presentan en elecciones. Muchos de sus militantes niegan pertenecer al partido, aunque pertenezcan.
“Estamos a favor de un partido clandestino y, en lo posible, secreto en gran parte.”
–¿Aún hoy, cuando rige la democracia?
–Siempre. Somos conspiradores y clandestinos. No se puede hacer la revolución sin un partido de esta naturaleza.
Nada parece extraño, fuera de lo normal, peligroso. Nada indica (ni un cartel, ni una bandera, ni una plaquita) que el edificio de dos plantas de la calle Pichincha alberga al local central del Partido Comunista Revolucionario. Nada señala que esas paredes anidan a un grupo de conspiradores profesionales, tal como les gusta denominarse. De revolucionarios. De militantes socialistas que protagonizaron dos de los hechos políticos que conmocionaron al país en el último período. Primero impulsaron los cortes de ruta y manifestaciones durante el enfrentamiento entre el Gobierno y el campo a causa de las retenciones a la soja: participaron de los actos convocados por Luciano Miguens, Hugo Biolcati y otros referentes de la Sociedad Rural, junto a la Mesa de Enlace; estuvieron en el acto del Monumento a los Españoles junto a gente que esgrimía imágenes de la Virgen; cerraron filas junto a los caceroleros que pedían la renuncia de “Cristina montonera”. Después, hace días apenas, lideraron la lucha de los obreros de Kraft, una multinacional estadounidense que decidió desconocer los derechos adquiridos por los trabajadores argentinos. Ramón Bogado, secretario de la comisión interna de la fábrica, es parte de la dirección del PCR. ¿Contradictorio?
Nacida en 1968, la organización se originó en la escisión más grande que sufrió el Partido Comunista argentino, que se transformó en un signo del agitado espíritu de aquellos años. La primera acción del grupo fue cortar las calles un día después de la muerte de Ernesto Guevara. La fracción, a la que se sumaron alrededor de cuatro mil jóvenes militantes comunistas, pronto adhirió al maoísmo. Su primer secretario general fue Otto Vargas, que aún hoy ostenta el mismo cargo en la jerarquía partidaria.
Vargas tiene ochenta años, aunque aparenta varios menos. Tiene un tono amable, campechano. Parece un abuelo bondadoso. Pero es el hombre detrás del conflicto del campo y de la huelga en Kraft. “¿Viste? Es así, muy contradictoria la Argentina –dice al explicar su cercanía a la Sociedad Rural durante el conflicto por las retenciones–. El que trazó la línea divisoria fue el Gobierno, no fuimos nosotros. Por eso los chacareros dicen que cortaron grueso.”
–A la cabeza de las manifestaciones estaban los representantes del gran capital agrario.
–Por eso, cortaron grueso. El Gobierno necesitaba más dinero, Kirchner habló con Alberto Fernández y preguntó: “¿De dónde podemos sacar dinero?”. Y decidieron aumentar las retenciones que pasaron del 35 al 44 por ciento. Todos pagaban, incluso la gran masa del campesinado pobre y medio, que emergió a la lucha porque también los afectaban y sólo tenían 40 hectáreas de soja. Ellos fueron los que hicieron el corte de ruta en la entrada a Rosario. En un momento, los obreros rurales y los campesinos pobres predominaron en los piquetes de la zona más importante del campo: en el norte de la provincia de Buenos Aires, el sur de Santa Fe, gran parte de Córdoba y Entre Ríos. En la historia argentina nunca hubo una lucha agraria como esta. El día que detuvieron a (Alfredo) De Angeli el cacerolazo conmovió a la Argentina. Yo soy de un pueblo pequeñísimo de la Patagonia donde todavía se dice que salieron doscientos coches a la calle, pero otros lo niegan, porque dicen que no hay esa cantidad en todo el pueblo.
–También salía la señora de Barrio Norte con consignas casi fascistas.
–Fascistas, directamente. Hubo lugares donde dirigieron los terratenientes. Pero hubo lugares que dirigimos nosotros. En la lucha de clases muchas veces sucede eso. Podés agarrar y hacer como San Antonio en el prostíbulo: “A mí no me toquen”. Como hizo el Partido Obrero, que decidió no apoyar al campo porque había terratenientes, aunque al final los terminó atacando más que a los Kirchner. Pero hay momentos, como pasó en la lucha antifascista, en que la situación se plantea de esa manera: los comunistas soviéticos tuvieron que marchar junto a Churchill, Roosevelt y todos esos. La lucha de clases crea esas contradicciones. Nosotros apoyábamos al campesino pobre y medio y al obrero rural. Tomamos posición junto a esa enorme masa, los llamamos a la rebelión agraria y, como resultado, crecimos en la Federación Agraria.
–¿Siguen influyendo a De Angeli?
–Tuvo relación con nosotros pero nunca tuvo una influencia ideológica o política nuestra, es un hombre muy ligado al duhaldismo.
Contradicciones. La vida está atravesada por ellas y esta ley no debería excluir a las organizaciones políticas. Pero, ¿existe un límite? El mismo partido que creció denunciando el conservadurismo del PC y cuyos dirigentes viajaron a la China para formarse, aquel que con René Salamanca a la cabeza ganó para el clasismo a la poderosa SMATA cordobesa y se convirtió en referente de la izquierda; que apoyó luego al gobierno de Isabel Perón, a pesar del rechazo del campo popular a un proyecto de país digitado por José López Rega. “Fue una de las páginas gloriosas del partido. Tuvimos muchos mártires en la lucha antigolpista. Los yanquis habían perdido la guerra de Vietnam, los soviéticos habían hecho pie en Angola, en Etiopía, en Nicaragua, estaban por ganar en El Salvador. Estaba en disputa el cono sur. Entonces se abrió una lucha por el poder en la Argentina, que tenía como referencia el dominio de paso entre los dos océanos que todavía hoy sigue siendo fundamental. Yanquis y rusos entraron en el golpe, pero con una característica: los rusos eran más fuertes en ese momento en el Ejército. Si alguien dice que fuimos lopezreguistas, le respondo que seguramente esa persona fue videlista. Que no se hagan los boludos porque tenemos los periódicos de toda la izquierda y todos empujaron el golpe. Todo el sector prosoviético fue el primero en empujar al golpe institucional. Nosotros luchamos contra el golpe, llamamos a armar milicias populares. No defendíamos al gobierno de Isabel, pero si nos apuran frente al golpe de Estado, lo defendíamos”, apunta Vargas, tranquilo, mientras toma café en la oficina que preside un retrato de Mao Tse Tung y donde se escucha el ruido de niños jugar en un patio vecino.
La mayor parte de la comisión interna de Kraft integra las filas del PCR. Vargas recuerda una lucha obrera que también dirigieron durante el gobierno de Alfonsín: “Fue la ocupación de la Ford, muy importante: con la fábrica tomada, sin personal jerárquico ni ingenieros, los obreros pusieron en marcha la producción y fabricaron varios autos. Sabíamos que ese conflicto ocurría en un ‘terreno de muerte’, una lucha a triunfar o perder”. El final de aquella ocupación fue determinado por la llegada del Ejército que, por orden presidencial, desalojó a los obreros de la fábrica. El día de la represión había tanques en la puerta y helicópteros militares que brindaron apoyo logístico.
–¿Kraft también se jugó en “terreno de muerte”?
–Inicialmente sí. Cristina Fernández estaba en los Estados Unidos y coincidía en reuniones con William Buffet, el dueño de Kraft que se jugaba a paliar los efectos de la crisis mundial liquidando el turno noche para pasar al sistema americano de jornadas de 12 horas. Al principio, Rodolfo Daer (N. del R.: secretario general del gremio de la Alimentación) apoyaba a los obreros, pero después se cruzó al campo de la empresa, para que la comisión interna quedara afuera. Parecía un conflicto en “terreno de muerte”. Muy difícil. Sin embargo, con esta lucha, los obreros consiguieron éxitos importantes, porque la patronal tuvo que renunciar a liquidar el turno noche y a despedir a 700 personas. La empresa quería barrer el activismo para concretar una restructuración. Daer, que no dirige Kraft, la mayor fábrica del gremio, apoyó esta perspectiva para sacarse de encima a una comisión interna combativa. Pero el conflicto conmocionó a la sociedad. Más de cien comisiones internas se acercaron a la fábrica para solidarizarse y aportar lo recaudado en colectas de trabajadores para el fondo de huelga. Hubo paros de una hora en el frigorífico La Rioplatense y en una petrolera del Sur en apoyo a los trabajadores de Kraft. La lucha entró en otra etapa y no se pueden negar los avances conseguidos. Y, sobre todo, la demostración de la tendencia de la clase obrera hacia el clasismo.
La influencia del PCR entre los trabajadores lo convierte en uno de los partidos más importantes de la izquierda. Pero, a la vez, es una de las organizaciones menos públicas, menos visibles. No tienen locales partidarios y desde aquel apoyo a Menem no se presentan en elecciones. Muchos de sus militantes niegan pertenecer al partido, aunque pertenezcan.
“Estamos a favor de un partido clandestino y, en lo posible, secreto en gran parte.”
–¿Aún hoy, cuando rige la democracia?
–Siempre. Somos conspiradores y clandestinos. No se puede hacer la revolución sin un partido de esta naturaleza.
Vargas miente. El problema no es que hubiera terratenientes, el PO denunció que los autoproclamados "el campo" , aliados del gobierno en la sojización y consiguiente envenenamiento y atraso del país ,no tenían ningún reclamo popular, al contrario, explotan al trabajador rural, que es, obviamente, el sector mayoritario del campo.
ResponderEliminarVargas aparatero y mentiroso: te olvidaste de los campesinos para salir a apoyar al "campo".... saliste a cuidar el bolsillo a los explotadores... no tenes nada de marxista....
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